Blue Valentine

"En su discurso presidencial del congreso anual de la Sociedad para el Estudio Científico de la Sexualidad de 1968, el doctor Luce introdujo el término de perifescencia. El término no significa nada por sí mismo; Luce lo inventó para evitar toda asociación etimológica. El estado de perifescencia, sin embargo, es bien conocido. Denota los primeros síntomas de la vinculación afectiva de una pareja humana. Causa vértigos, euforia, cosquilleos en la cavidad torácica. Perifescencia es la parte enloquecida, romántica, de estar enamorado. (Y según explicó Luce, puede durar hasta dos años, como máximo)"

Perifescencia. Euforia y locura de amor. Vamos a obviar, por un momento, que se trata de un término inventado por Jeffrey Eugenides en su libro "Middlesex". ¿Realmente existe tal estado? Y, en caso afirmativo, ¿qué pasa cuando se acaba? ¿Puede una pareja que pasa por esta situación llegar a odiarse? Cuando los ácidos del estómago exterminan todas las mariposas, cuando ya no quedan sentimientos ni pasión, ¿qué queda? Blue Valentine nos lo enseña.

Desde Hollywood (y todas partes) nos tienen acostumbrados, con las habituales comedias románticas, a los finales felices, al "chico conoce chica" (o viceversa) que siempre acaba bien. Perifescencia (otra vez). Pero no, una relación no es así. No todo es perfecto. También hay mierda y, de vez en cuando, no está de más que nos lo recuerden. No todas las relaciones son de película, los finales felices no tienen por qué ser eternos y la chica se puede cansar del chico (o viceversa). La perifescencia no es eterna.

Por eso me gustó Blue Valentine. Nada en ella es perfecto (salvo Ryan Gosling y Michelle Williams ). Una pareja pasa por cientos de etapas, baches, evoluciona. Y el resultado de todos esos cambios no siempre es el amor eterno. A veces las relaciones no llegan a crecer. A veces las relaciones mueren. A veces la perifescencia se acaba.